lunes, 28 de agosto de 2017

Escritor ruso del exilio parisino



Gaito Gazdánov es  un escritor del exilio ruso en París poco conocido hasta no hace mucho y totalmente desconocido para mí. Ahora tiene varios libros traducidos en la editorial Acantilado, pero creo que este es el primero que se publicó en castellano (el original ruso es de 1941). No se trata de una lectura fácil ni por momentos demasiado agradable. El narrador, sin nombre y parece que verdadero trasunto del autor, nos va contando aspectos de su vida sobre todo durante el tiempo que ejerció del taxista (Gazdánov lo hizo entre 1928 y 1953), pero también durante sus trabajos en fábricas.
Como taxista de noche conoce a multitud de personajes principal y casi exclusivamente del mundo de la marginación y del exilio ruso. Hay varias prostitutas y más de un alcohólico, así como rusos de variada condición como el que abre un restaurante y al poco tiempo invita a todo el mundo hasta que se arruina, se pone a trabajar para ahorrar y abrir el negocio otra vez. El autor dedica mucho tiempo a su relación con Raldy, una “madame” en otro tiempo pero que ha caído en desgracia y ahora ejerce la prostitución callejera; Platón, un alcohólico al que le gusta filosofar; y Fedórchencko, otro exiliado que terminará mal y del que se dice lo siguiente: “Él dijo que estaba dispuesto a sacrificar, en sus propias palabras, todo lo que le había importado hasta ahora por este amor: sus amigos, su familia, su patria. Lo más aterrador de todo era que no había nada que sacrificar, puesto que no tenía ningún amigo, hacía mucho tiempo que no tenía relación con su familia, y la palabra patria acababa de pronunciarla por primera vez.” (p. 105)

Además, aparecen muchos tipos de mendigos y vagabundos.
A la hora de escribir sobre ellos reproduzco lo que dice James Womack en el Prólogo:

“(…) muchas de las descripciones de Gazdánov poseen una precisión de forense cuando describe sentimientos algo más complejos que la lujuria, la rabia, el odio, tales como los intrincados estados mentales de la nostalgia, la pérdida, la apatía, la fatiga espiritual extrema.” (p. 9)

Cambiando de tema, llama poderosamente la atención varias referencias que hace  sobre el trabajo en Francia de las que pueden ser buen ejemplo los siguientes fragmentos:

 “Durante la época que pasé trabajando en fábricas, mi vida entera consistía en esperar la sirena que marcaba el final de la jornada laboral, y me interesaba muy poco cuanto ocurría a mi alrededor. E incluso así no podía evitar darme cuenta de la forma insensata en que el trabajo se encontraba organizado en todas las fábricas, la cantidad de tiempo que se perdía, así como las ingentes cantidades de dinero que se pagaban todos los días a cientos de personas que apenas hacían nada.” (p. 199)

“Y en Francia llaman trabajo a cualquier cosa: la pederastia, el proxenetismo, echar las cartas, los funerales, coleccionar colillas de cigarrillos, el trabajo del Institute Pasteur, las clases magistrales de la Sorbona, los conciertos y la literatura, la música y la venta de productos lácteos.” (p. 214)

También resulta un tanto sorprendente que tratándose de un exiliado por haber pertenecido al ejército blanco durante la revolución, y que el mundo que refleja sea en gran parte el de ese exilio, no haya prácticamente alusiones al tema; e incluso una de las pocas sea la siguiente:

“Pero mis comentarios sobre este tema solían ser inútiles; sólo sirvieron para convencerme de que la mayoría de las personas son absolutamente incapaces de asumir el esfuerzo titánico de ir más allá de ellos mismos, algo necesario para entender a seres de otra atmósfera vital, o tal vez  de orígenes distintos, alguien cuyo cerebro se halla configurado de forma distinta a como estas personas suelen imaginarse.” (p. 98-99)
(Se refiere a rusos exiliados incapaces de ponerse en la situación del proletariado y por lo tanto del camino que este debía tomar).

Un libro que más allá del interés de los temas y los personajes, tiene el problema de que no siempre es capaz de mantener la atención del lector. Sí lo consigue la mayor parte del tiempo, pero de repente decae y hay que darle un margen para volver a retomarlo. Además, es un libro bastante desesperanzado y oscuro.

Gaito Gazdánov, Caminos nocturnos. Traducción James y Marian Womack.

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